2023 se anuncia como un año especial por varios motivos. Es el último año de gestión de la actual dirigencia antes de unas nuevas elecciones presidenciales. Y por ende será la última Copa Libertadores previo a pasar nuevamente por las urnas. Los objetivos puestos sobre el próximo año serán cruciales y hasta jugarán fuerte en la campaña, sobre todo porque el Vicepresidente Juan Román Riquelme ya tiene su propia Agrupación.

En lo deportivo, Boca ha sobrellevado con creces cada competencia a nivel local. Además, de una marcada superioridad en resultados sobre River, lo que para muchos cuenta como un campeonato aparte. Sin embargo el plano internacional continúa haciéndose desear desde hace quince años. Es cierto que durante los últimos tres años la diferencia marcada de otras ediciones, particularmente con River, se ha emparejado y ese ruido interno desapareció.

Y como la eterna mirada de reojo con tu clásico rival no desaparecerá, este será un año distinto a todos. Sobre todo porque enfrente la apuesta será similar a la de Boca. Tanto Riquelme como Francescoli apostaron por el efecto Scaloni. Claro que Hugo Ibarra ya está curtido por el exitista fútbol argentino y ha egresado con creces en el manejo del afamado vestuario del mundo Boca.

La estela del viaje que fue el Mundial de Qatar para todos los argentinos continúa y permanecerá por años. Deberá hacerse carne para capitalizar ese contagio y trasladarlo al campo de juego. El jugador de fútbol que ama esta profesión sino se motivó con la Selección Argentina, que se dedique a otra especialidad. Si esta Copa del Mundo no les dejó enseñanzas deportivas y de vida, significa que estuvieron en otra sintonía.

El Mundial deberá ser el disparador que encienda el motor motivacional con cada enseñanza que nos dejó la competencia. ¿Si el mejor del mundo no se rindió, por qué el resto vamos a bajar los brazos?. El amor propio y sentido de pertenencia de Rodrigo De Paul jugando con una lesión a cuesta, debe ser el punto de partida para conjugar el NOSOTROS y no tanto el YO.

Si analizamos jugador por jugador repasando los 26, nos daremos cuenta que cada uno ha aportado algo y ha sido importante y clave en cada etapa del Mundial. Hasta Rulli y Armani que no sumaron minutos, se quedaban después de cada entrenamiento con Messi practicando penales. Los arqueros de élite esperan hasta último momento para elegir un palo y esa gimnasia había que ajustarla. Si el capitán se perfecciona en pleno mundial, qué queda para el resto...

La importancia de no repetir nunca un once y de que todos se sientan importantes es un mérito del entrenador y de los jugadores que supieron dejar sus egos de lado para ir tras el objetivo de todos. Jugadores con cartel que perdieron su lugar a manos de pibes que vuelan en lo físico y por su hambre de gloria, dejaron también su enseñanza.

No hubo caras largas, muecas de fastidio, ni reproches internos. Argentina no solo ganó la Copa del Mundo, se convirtió en un ejemplo de inspiración y un modelo a seguir. El verdadero significado de GRUPO evidencia que a la hora de ir tras un objetivo, si no hay grietas el camino es mucho más sencillo y gratificante recorrerlo.

Ojalá que los capítulos que se escribieron en Medio Oriente reboten en cada equipo del fútbol argentino para elevar el nivel de competencia. Pero como estamos enfocados en Boca, el punto de partida de Ibarra parte con cierta ventaja. Armonizó un vestuario partido y capitalizó un grupo que hoy lo respalda ante la decisión de que continúe en el cargo. Sin lugar a dudas, debe entenderse como ventaja.

La Selección comenzó a gestar el sueño de la tercera en Abu Dhabi, y justamente Abu Dhabi significará el punto de partida de Boca en este 2023. En Medio Oriente se visualizará un nuevo objetivo: La Séptima. Claro, La Tercera Boca ya la tiene.