Muchas veces la idiosincrasia de los clubes no va de la mano con lo correcto, lo lógico o lo que está bien. La historia de Boca nos ha acostumbrado, o mal acostumbrado, a que una derrota es sinónimo de crisis, que la falta de refuerzos es sinónimo de ineficacia dirigencial y que una defensa vulnerable es un síntoma de falta de jerarquía.

La caída en el Madre de Ciudades frente a Central Córdoba de Santiago del Estero fue anecdótica, no fue un todo. En cambio, cuando se dieron las derrotas con Huracán y Deportivo Cali, sumado al empate con Godoy Cruz en La Bombonera, golpeaban fuerte la mesa. Aquellos resultados sí significaron un todo.

La principal diferencia se centró en el juego y en la sensación que te dejaba respecto de la que hoy te deja el equipo en cancha. Hace un par de meses, más allá de que aún las individualidades siguen imponiéndose por jerarquía, Boca no daba garantías ni se presentaba como confiable. Este ítem sin dudas se ha modificado para bien.

Boca había regresado de Santiago del Estero con una derrota rompiendo un invicto de diez partidos lejos de haber estado envuelto en una atmósfera colmada de interrogantes. Este fue un primer indicio positivo para comenzar a creer que la reacción es la lógica consecuencia de un diagnóstico alentador.

A mitad y a fin de año, los libros de pases se roban el protagonismo, y generalmente se da un típico tironeo entre los elegidos por el entrenador, los accesibles económicamente para la dirigencia y en el medio la ilusión del hincha.

Por primera vez en mucho tiempo, Boca protagoniza un mercado de pases lejos de las exigencias lógicas a las que estábamos bien o mal acostumbrados. Ni Sebastián Battaglia camina por las paredes esperando que lleguen caras nuevas, ni los hinchas exigen desde su posición que el equipo debe reforzarse.

Si analizamos solo la Copa Libertadores, en octavos de final, Boca recuperará a Sebastián Villa, quien tranquilamente podría entenderse como un refuerzo en la Copa. Además de poder contar con la continuidad de Marcos Rojo y Cali Izquierdoz, quienes se perdieron gran parte de la fase de grupos. A una semana de presentar la lista de buena fe para la próxima fase de la Copa, en Boca no se vislumbran, al menos de manera inmediata, incorporaciones contra reloj para poder ser inscriptos en el torneo continental.

En el menú de gustos propios aparecen Arturo Vidal, Christian Cueva y Edinson Cavani como platos principales, y Martín Payero junto con Rodrigo Aliendro, como oportunidades terrenales. A pesar de ello, y de la ausencia de concreciones, Battaglia y el Consejo de Fútbol no se muestran desesperados y demuestran que hay gran conformidad con el plantel actual y sobre todo con las incorporaciones del último mercado. Este es el segundo indicio positivo para comenzar a creer que la reacción es la lógica consecuencia de un diagnóstico alentador.

Abriendo exclusivamente el capítulo defensivo, frente a Tigre, la primera plana fue para los delanteros y su efectividad. Pero si analizamos el funcionamiento de la defensa hay preocupación, aunque no para desesperarse. Mientras los delanteros continúen marcando la diferencia, el desbalance no encenderá las alarmas, aunque deberá corregirse.

La primera línea sufrió los mismo desacoples en Santiago del Estero que en La Bombonera frente a Tigre. La única diferencia fue la contundencia de los delanteros ante el Matador, porque ante Central Córdoba generaron tantas o más situaciones de gol que el último fin de semana.

La última vez que Boca sufrió 3 goles fue en la semifinal de la Libertadores ante Santos en Brasil. Debieron pasar casi noventa partidos para caer nuevamente en esa estadística. Sin embargo, el rendimiento de mitad de cancha hacia adelante ha desestimado ese factor de vulnerabilidad. Tercer indicio positivo para comenzar a creer que la reacción es la lógica consecuencia de un diagnóstico alentador. Entonces, definitivamente, algo está cambiando en Boca...