¿Se puede decir que el año de Boca haya sido malo? Me parece un tanto exagerado. Sobretodo para definir el andar de un equipo que llegó al partido que todos quieren jugar: el que define la Copa más importante del continente. No obstante, cuando llegas a la final, se genera una ilusión tan grande que, en el caso de no conseguir el objetivo, la desilusión termina siendo proporcional a lo que se había generado.

Y el hincha quedó repleto de dolor. Si a esto le sumamos, que con la victoria de San Lorenzo ante Central Cordoba, tampoco va a disputar la Libertadores 2024 la palabra dolor es la que mejor define a estos 365 días.

¿Cuales fueron las buenas? Solo dos, que fue disputar esta final de Copa y ganar la Supercopa frente a Patronato. No es el título por el que cambia el color del año. Pero para Boca fue una estrella más.

¿Cuales fueron las malas? Todas las restantes. En principio del año, perder la Supercopa Internacional con Racing en Abu Dhabi. Luego, una Liga profesional espantosa con 9 encuentros perdidos en 27 jugados, donde terminó 7mo.

Además, una Copa de la Liga para el olvido con 6 derrotas sobre 14 partidos y con el equipo afuera de Playoffs, en la cual también quedó 7mo. Por último, la derrota en los dos clásicos y una Copa Argentina que también fue esquiva hasta como camino a la Copa del año que viene. Perdió en semifinal con Estudiantes.

En todo este período Boca tuvo a Ibarra, Herrón y Almirón. Y al final, volvió a repetir a Herron cuando faltaban pocos días para el cierre del año. En definitiva, más allá de ponerle o un 2 o un 9, al año de Boca lo que mejor lo define es la palabra del comienzo. Fue un año doloroso. Lejísimo de ser un muy buen año.