Eran los primeros meses de Julio César Falcioni al mando del equipo. Después de varios años con un rumbo desorientado, la mano del DT empezaba a observarse y los resultados asomaban para lo que sería recién el segundo semestre.

Sin posibilidades de pelear por algo en ese Torneo Clausura 2011, el foco de los hinchas de Boca solamente estaba puesto en disfrutar de lo que serían los últimos partidos de Martín Palermo como profesional. Sin embargo, había otro condimento especial, y era que los primos miraban de reojo el descenso.

Era la fecha 14. La emoción de ver al Titán por última vez ante River era total, pero también se sabía que una victoria nuestra podría empezar a condenar al clásico a sucumbir en la zona de promoción a la B Nacional.

Aquella tarde del 15 de mayo, Boca le fue fiel a su historia y se aprovechó de un debilitado Millonario conducido por Jota Jota López. En una ráfaga, Juan Pablo Carrizo se marcó en contra el primer tanto de manera insólita y, dos minutos después, llegaría el gol de Martín de cabeza para sellar el 2-0 definitivo.

A partir de ese momento, las realidades de los equipos fueron completamente distintas. Nosotros empezamos a hilar confianza y nos terminamos consagrando campeones invictos al siguiente torneo, mientras que la banda... bueno, estuvo paseando por el país sin aparecer en la tabla de posiciones por un año.