Herrera se complicó solo inventando un penal sobre el final de un partido mal jugado por los dos. River no pudo resolver un planteo mezquino con cambios poco claros de Almirón. Mientras que Palavecino no supo ganar y desató la furia de lo que terminó siendo el clásico más caliente e injusto de los últimos años.

Guillermo Barros Schelotto fue el último entrenador que cada vez que se enfrentaba con River en el Monumental le jugaba de igual a igual. En esta oportunidad Almirón mantuvo el mismo esquema, pero con otras intenciones algo conservadoras.

El punto de partida fue el mismo que planteó ante Racing y Colo Colo. Con la diferencia que ante La Academia acertó en los primeros 2 ataques y en la Copa hasta que pudo convertir, se mantuvo en partido gracias a Chiquito Romero. Ante River, debido a la jerarquía de los locales o por la falta de claridad de Boca, Almirón se fue acostumbrando al 0 a 0.

Y más allá de lo futbolístico, el gran responsable de que constantemente el partido haya sobrebolado sobre un terreno violento fue Darío Herrera. Desde el inicio, el árbitro quiso compensar evitando cualquier tipo de decisión extrema, como la de expulsar a Enzo Díaz, Casco o Enzo Pérez.

Me llamó mucho la atención el cambio repentino de criterio sobre el final del partido, al cobrar como falta una acción de un calibre que venía obviando hasta ese momento. Como se ejemplifica habitualmente, los árbitros buscan hormigas o elefantes, según el libreto que decidan aplicar.

Herrera mostró desde el inicio que quiso sacarse el clásico de encima sin sufrir complicaciones tratando de evitar cualquier decisión mayor, salvo que apareciera un elefante. Mientras tanto, todas las hormigas las dejó pasar, salvo cuando Sández lo rozó a Solari.

Si bien Boca se sintió perjudicado por el arbitraje, la pregunta que me surge es si Almirón tenía plantel para al menos plantear otro esquema más audaz en la cancha de River. El hincha de Boca no se sintió identificado con el estilo que mostró Boca frente a River.

Almirón llegó a Boca de la mano de su estilo predilecto: el 4 3 3. Sin embargo desde que comenzó a conocer al plantel, se inclinó por privilegiar cierto orden conservador. Es cierto que tiene que lidiar con muchas bajas por lesión, pero más allá de las ausencias me surge una pregunta: ¿Almirón entiende que en Boca no tiene las características para poder jugar como le gustaría?