Nadie puede criticar que Almiron priorice la revancha con Palmeiras. Nadie. Ese partido era mas importante que este clásico por la Copa de la Liga. Lo que es imposible de compartir con el entrenador son algunas decisiones sobre ciertos nombres propios.

Seguir insistiendo con Bruno Valdez es cuestionable. Anselmino o Di Lollo. Roncaglia tampoco. Blondel de 8 es algo que nunca ensayó pero que tenía ganas de probar. Parecía arriesgado en un partido ante River. Y lo fue. Duró 45'. Bullaude mas adelantado o intentando que sea una especie de enganche tampoco salió bien. Lo de Ramirez es un capricho. Hace mucho tiempo que no juega bien nunca. Taborda ni convocado.

Los cambios permanentes en las formaciones, las decisiones (como las arriba mencionadas), los flojos resultados (16G-10E-10P) y los cambios durante los partidos llevaron a Almiron a este momento: estar en el centro de la escena necesitando si o si la clasificación a la final de la Copa.

Boca deberá olvidarse rápidamente de este partido (como les pidió Riquelme a los jugadores en el vestuario) y pensar en el jueves. El DT también. Prohibido fallar. Si Boca va a la final, esto quedará como un mal paso. Si Boca queda eliminado, el ciclo de Almiron empezará a tambalear.

A veces los entrenadores sobreanalizan rivales y estrategias. Almiron no pudo conformar un equipo titular todavía. Así irá a jugar a San Pablo buscando ganar allí o estirar la definición a los penales para que Romero lo vuelva a salvar.

El Consejo mira de reojo al entrenador hace un tiempo. Sus jugadores se sorprenden por los cambios permanentes y las decisiones sorpresivas en las formaciones. El hincha no lo quiere. No pudo entrar nunca en la gente, que ya lo silba y lo ve como responsable del momento de Boca.

Pero le queda la última bala. Nada más ni nada menos que la Libertadores. Solo eso sostiene a Almiron en su cargo.