La pregunta que se hacen permanentemente los que toman decisiones no tiene que ver con el presente sino con lo que el equipo va a afrontar en pocos días: Libertadores, campeonato, Copa Argentina y finales pendientes con River.

¿Le da a Ibarra para mejorar el funcionamiento de un equipo? ¿O seguirá viendo casi lo mismo de siempre? El DT llega a un nuevo partido con la soga al cuello y mirado con lupa por todos. Hoy, por distintas razones, tiene los días contados.

Ibarra asumió en julio del año pasado. Desde los números, ganó dos titulos. Para alguien que debutaba en los bancos en una Primera División es un mérito grande. De hecho, la liga conseguida en la última fecha le dio la llave de la continuidad.

Pocos meses después y tras perder dos titulos con Racing, volvió a levantar un trofeo: la Supercopa ante Patronato. Sin embargo, pese a tener una muy buena actuación, días más tarde, el equipo volvió a su vieja forma y ya suma 4 derrotas en los 10 partidos del año.

Conclusión, llegó el enojo de la gente en la Bombonera. Y Hugo Ibarra comenzó a vivir sus días más críticos.

Hoy, Boca está cerca de emprender un viaje a Chaco para jugar Copa Argentina. Y el sabe cuál será su futuro si las cosas no le salen a su equipo. Incluso, de ganar, podría tener el mismo destino final.

¿Qué ven los que toman decisiones? Que incluso en el equipo campeón, nunca se encontró un equipo confiable y que juegue bien al fútbol. Es decir, el techo no fue nada alto. Y el piso, por el contrario, bien bien bajo...

La victoria con Patronato ilusionó. No por el título en si, sino por las formas y porque Boca mostró que ganaba pero que además podía jugar bien en todas sus líneas y tener rendimientos individuales top.

Duró poco: luego llegaron las derrotas con Banfield y con Instituto. Y si bien no perdió, con Defensa, un partido que salvó Chiquito Romero, en todos los casos, salvo la mejoría frente al Halcón en la segunda mitad, el equipo siempre se mostró con una gran ausencia de funcionamiento.

Carecía de ideas colectivas. Y lo que es peor, ya ni jugadores aislados se salvaban. Y ahí llegó la reflexión de los de adentro, que marcaba que Ibarra no había mejorado a casi ningún futbolista.

Después de recibir 3 goles de Instituto (casi se pone 4-1 en dos oportunidades), Ibarra les sacó el día libre a los jugadores y los cito a entrenarse. Tuvieron un plantel de diálogo que finalmente fue monólogo. El único que hablo fue Ibarra. Les hablo de actitud, les pidió autocrítica a los jugadores y también les marcó la liviandad y la tibieza con la que juegan. Nadie le contestó...

Cuando hay mucho de que hablar no hay nada de que hablar.

Los jugadores están muy bajos lo saben. Salvo excepciones, en general todos están por debajo de su nivel. Pero cómo esto es un juego de equipo, ellos sienten que el DT no les da herramientas y que no les llega.

Hoy, el plantel confía a pleno en el PF, Pablo Santella, en los ayudantes, Gracias y Pompei. Pero no en el DT. Y cuando se pierde la confianza es muy difícil recuperarla.

Ibarra sabe que está en la cornisa. Lo soplan y se cae. Es verdad qué hay muchos casos de entrenadores que caminaron largo tiempo por la cornisa y luego se salvaron. Pero en este caso la cornisa es larga. Y va a tener que hacer mucho equilibrio. Porque ya lo miran de reojo desde todos los lugares.

Incluso desde el lado del hincha, que en la queja del último partido, también incluyó un malestar manifiesto por no tener en el banco (ni buscarlo hasta acá) un técnico con espalda y jerarquía.

Adentro tomaron nota. No hay lugar para más interinatos que luego se hacen definitivos. Si Ibarra se va o lo van en algún momento próximo, hacia ese lugar apuntará Boca. A buscar un DT con autoridad y al que los jugadores puedan admirar o hasta tener por personalidad y chapa.