Cuando un equipo no se encuentra. O cuando juega bárbaro. Cuando te falta todo. O cuando todo te sobra. No importan los extremos. Lo único que no le puede faltar a un equipo es el corazón. Porque te agranda en la buena y porque te rescata en la mala.

Boca venía de jugar muy mal con Arsenal, por el torneo. Y recibía a Colo Colo. Era un partido para reencontrarse con la gente en cancha de Boca. La noche no pintaba fácil. A Almiron se le lesionaban jugadores y tenía que mover el banco.

El hincha alentaba. Y esperaba ese gol, que se hacía esperar. Pero llegó un golazo. Weigandt metió una volea espectacular a lo Pavard, aquel que nos clavó en Francia 4- Argentina 3, en los octavos de Rusia 2018...

Sin embargo, pese a terminar 1-0, no fueron los únicos gritos de la gente. Hubo otras dos jugadas que se cantaron como un gol. Una fue del mismo protagonista: Weigandt. Un hincha de Boca. Que juega como un hincha. Fue sobre la derecha. Después de ir a grabar y ganar tres veces seguidas, la gente explotó...

Y la otra fue de Advincula, que salió de la cancha por una molestia. Todo hacía pensar que era muscular. Sin embargo, como no había más cambios, volvió a ingresar. Rengueando. Jugó 20 minutos en una pierna.

El diagnóstico hoy dice que tendrá que estar parado 40 días, aproximadamente por jugar con una distensión de ligamentos en la rodilla, pero quien le quita lo bailado. O lo escuchado. La ovación al peruano también se gritó como un gol.

Paso Colo Colo. Pero hay cosas que no pasan. Que quedan. Y para los hinchas, Weigandt y Advincula jugaron con el corazón. Y señalaron el camino que había que tomar. Y cuando esto pasa, al futbolista que logra transmitir eso, el hincha le da un boleto directo al aplauso permanente.