La victoria en Junín, la racha de 15 partidos sin derrotas y 9 triunfos en los últimos 10 encuentros eran datos alentadores para este final de campeonato. Pero nadie contaba con una actuación como la del domingo en Rosario.

Salió todo mal. No hablo de rendimiento colectivo, porque Boca no lució nunca. Ni siquiera mereció ganar todos los partidos que ganó. Pero cambió la esencia. Boca no mostró ni el temperamento, ni la actitud, ni el despliegue físico que había mostrado en estos últimos partidos. Ni siquiera tuvo ataques esporádicos, que siempre supo capitalizar. Intentó solamente en los últimos 10 minutos y 0-2.

Newell's lo superó siempre. La parte defensiva sufrió demasiado. Ni con un hombre más, Boca pudo ser protagonista. Pero todo se quebró en el inicio del ST. Ibarra hizo un cambio que nadie nunca podrá explicar. Villa por Zambrano. Rompió el esquema para jugar con 3 atrás, algo que no practicó jamás. Faltaba demasiado tiempo y tenía un hombre más. Estaban 0-0. No se justificaba la ansiedad del DT. La salida de Zambrano es entendible: amonestado y candidato a la expulsión. Pudo poner a Aranda o Sandez. Villa podía entrar, pero por el estático Ramírez o el intrascendente Pol. Nadie entendió lo que hizo el DT.

Al minuto, la lógica. Advíncula dio un pase corto, Varela no llegó, García la robó, Roncaglia no lo pudo cortar y se fue al gol. Rossi, esta vez, no pudo. Boca fue sin ideas y, de cabeza, Ditta puso el 2-0. Grosero error de Pol en la marca. Boca estaba totalmente desarmado.

Boca no encontró jamás el partido, el técnico hizo un cambio indescifrable, el rival lo superó siempre, aun con uno menos, y le ganó bien.

Perdió la ventaja y la comodidad matemática que tenía. Se apretó todo. Boca y Racing pelean cabeza a cabeza. Futbol ayer, hoy y mañana. Una fecha de clásicos el domingo. Definición apasionante para el neutral.

Para Boca, es un partido que puede costar demasiado caro. A su favor. Depende de sí mismo. Si gana los 2, se consagra.