En la década del 40', Boca continuó con su senda victoriosa que había comenzado con el profesionalismo en 1931 y cada vez se afianzaba más como el más grande del país, causando una revolución en cualquier estadio al que se acercara.

Con la obtención del campeonato de 1944, el Xeneize se ganó la posibilidad de disputar la controvertida Copa Ibarguren, la cual se disputaba a partido único frente al mejor de las ligas del interior, teniendo como novedad que el juego no se disputaría en Buenos Aires por primera vez.

Pero la organización de este encuentro se demoró más de la cuenta. Las desprolijidades de una AFA que recién estaba tomando forma generaron una fuerte polémica a nivel nacional y conllevaron a que el choque contra la Federación Tucumana (ganador del otro cupo) se terminase llevando a cabo tres años después.

Fue así, que un 23 de marzo de 1947 en el Jardín de la República, la fiesta fue completamente azul y oro. Con una goleada 6-0 que daba a las claras las diferencias entre el fútbol porteño y el del interior, Boca bordó una nueva estrella en su escudo.

El equipo dirigido por Eduardo González Pinto, formó con: Claudio Vacca; Aurelio Melogno, Rodolfo Dezorzi, Carlos Sosa (1 gol), Ernesto Lazzatti, Natalio Pescia, Mario Boyé, Pío Corcuera (1 gol), Jaima Sarlanga (1 gol), Eduardo Ricagni (3 goles) y Juan Carlos Rodríguez.