Verano del 2001, Boca llegaba como el vigente campeón del mundo después de haberle ganado la final intercontinental nada más ni nada menos que al mítico Real Madrid en Japón. El escenario era el ideal para una rotunda fiesta en Mendoza y darle paso a un año que volvería a ser glorioso para la institución.

Después de haberle ganado en dos ocasiones por amistosos de pretemporada días atrás (Mar del Plata y Córdoba), el Xeneize volvía a cruzarse por tercera vez con River aquel 6 de febrero y por cuestiones lógicas el resultado volvería a ser favorable para el equipo que dirigía Carlos Bianchi.

Con una gran mayoría de pibes, el mejor del planeta a nivel clubes se lució frente al clásico rival y se terminó llevando la victoria en cuyo por 1-0 con el gol de Esteban Herrera, mientras que Javier Villarreal fue expulsado a los 37 minutos del primer tiempo, dejando al plantel con 10 en cancha.

Si se sumaban otros triunfos del año anterior, Boca acumuló en ese entonces cinco juegos consecutivos en los que se festejaba frente a los ojos del rival eterno, demostrando la paternidad en todas sus palabras.

Aquella noche, el once que saltó al campo en el Malvinas Argentinas fue: Roberto Abbondanzieri; Sergio Paéz, Joel Barbosa, Gustavo Pinto, Facundo Imboden; Omar Pérez, Javier Villarreal, Diego Cepeda, Nicolas Gaitán; Marcelo Delgado y Esteban Herrera. En el segundo tiempo ingresaron Diego Cortés y Matías Arce.

Meses después, llegaría la quinta conquista en la Copa Libertadores -bicampeonato- y posteriormente se perdería la final mundial contra el Bayern Munich, siendo el fin de la era del Virrey en su primer ciclo como DT boquense.