El cierre de una semana para el olvido, deja una clara e indisimulable sensación de preocupación y hasta de cierto descontrol en Boca. Evidentemente, la tempranera eliminación en la Copa Libertadores de América en manos del Corinthians de Brasil y la intempestiva decisión del Consejo de Fútbol de cesar en su cargo a Sebastián Battaglia, han sido dos golpes terriblemente duros para un plantel que en la tarde del Nuevo Gasómetro, dio muestras claras de no haber podido reaccionar de la mejor manera ante una realidad tan diferente a la esperada.

La dura caída frente a San Lorenzo que claramente pudo haber tenido un resultado final más abultado en contra, marca la tercera derrota consecutiva del equipo en el campeonato y no deja absolutamente ningún aspecto positivo para destacar.

Desde el comienzo mismo del partido, Boca se mostró poco activo, cedió el protagonismo del encuentro y nunca logró imponer superioridad sobre su rival más allá de ponerse en ventaja en el marcador gracias a un certero cabezazo de Marcos Rojos que Torrico no pudo contener.

Con Carlos Izquierdoz increíblemente mirando el partido desde el banco de los suplentes, Zeballos relegado y un dibujo táctico (4-3-1-2) que no aportó ningún tipo de solución, fue Agustín Giay, tras una jugada que al igual que toda la tarde, dejó en evidencias los errores defensivos de Advíncula, Zambrano y Fabra, el futbolista que marcó el gol del empate que a esa altura de la tarde el equipo local merecía ampliamente.

Con la segunda mitad del encuentro, llegaron los cambios en el equipo Xeneize y a la cancha fueron el Changuito y Orsini en lugar Varela y Ramírez. Ibarra ideó un nuevo dibujo táctico prácticamente con un 4-2-4 de acuerdo a lo que se podía visualizar dentro de un conjunto totalmente desordenado que nunca pudo ofrecer respuestas positivas de acuerdo a las necesidades que ofrecía el encuentro ni desde el aspecto individual y mucho menos desde lo referido a cualquier posibilidad de juego colectivo.

Sin generar absolutamente ninguna chance de gol y cada vez mostrando mayores falencias en el aspecto defensivo, Boca comenzó a refugiarse cada vez más cerca de Rossi ante la superioridad de San Lorenzo y fue Adam Bareiro quien mediante un certero cabezazo, estableció la diferencia en el marcador en favor del equipo de Rubén Darío Insúa.

Ya en el final del partido, el estado de descontrol que mostró Boca posibilitó la sanción de un penal a favor del Ciclón que marró Bareiro y dejó jugadas polémicas para analizar como un grosero codazo de Marcos Rojo que claramente mereció ser sancionado con tarjeta roja.

El equipo de Ibarra se fue del Estadio Pedro Bidegain dejando las peores sensaciones y cerrando una semana, sin dudas, para el olvido inmediato por parte de todo el mundo Boca. Será momento de dar vuelta la página rápidamente y encontrar de manera inmediata las soluciones acordes que semejante institución y sobretodo su gente merecen.