Para los organizadores se llama Trofeo de Campeones y resulta que el único campeón es Boca. El que ganó los títulos, pero por aquello que el show de seguir y de paso recaudamos más, es que jugamos con el que viene de vencer en un desquite casi de barrio que se hizo en la semana. De ese amistoso, surgió Racing, que además de arrugar con nuestros máximos rivales, viene acompañado de una gran mano de dirigentes, árbitros y demás yerbas, que lo colocaron en esta situación.

Uno podría hablar de una ayuda "máxima", que es lo más importante de ellos y donde nosotros tenemos que tener mucho cuidado, en todos los agentes externos que favorecieron a lo largo del año, al equipo que ahora dirige Fernando Gago.

Pensemos además en nuestro equipo. Está más descansado que el rival, ellos jugaron 120 minutos el miércoles, además recuperamos a Figal, clave para reemplazar al longevo Roncaglia. A esto sumemosle que el equipo es el casi ideal de Ibarra, lo que nos da la tranquilidad entonces de imaginar que debiera ser una tarde tranquila en San Luis, donde llega Boca para pasear por toda la Argentina sus logros y felicidad de saber que esta sería la frutilla que le falta a este poste más que exquisito de este año, donde lo domestico fue casi todo nuestro.

Es el último esfuerzo, después vendrá el descanso y pensar en el armado del año próximo: saber si Rossi se queda o se va, quien llegará para reemplazar en estos partidos a Rojo, si llega el hermano de Óscar Romero (que no haga quilombo por favor), si Ibarra necesitará algo mas o asi esta bien, para encarar con fuerza el próximo año.

Como siempre, las prioridades serán todas las que emprendamos, con Boca siempre obligado a ganar todo lo que juega, no solamente las copas internacionales. Ahora a concentrarnos en Racing, en Tello (el árbitro) y su ballet; en Blanco y sus "máximos" esfuerzos. Si esto está controlado, ¡Boca Andas!, camino a una estrella, como nos tiene habituado esta sana costumbre de jugar una final.